Nutrición y mujer. Algunos problemas nutricionales en la población femenina
Desde el punto de vista nutricional, diversas situaciones fisiológicas hacen que la mujer sea más proclive a padecer ciertas enfermedades con respecto al hombre. Períodos como el embarazo, la lactancia, la menstruación o la menopausia hacen que la población femenina sea susceptible a la posibilidad de padecer diversos problemas nutricionales derivados de una insuficiente o incorrecta alimentación. Estos problemas nutricionales pueden derivar en determinadas enfermedades que fácilmente se podrían prevenir o suavizar manteniendo una dieta equilibrada
El hecho de que la constitución física de la mujer sea diferente a la del hombre y su musculatura suela ser inferior, conlleva que ésta precise de una aportación calórica menor que la del varón. Sin embargo, la ingesta de nutrientes ha de estar en función de la actividad física que ambos desarrollen, siendo las necesidades de nutrientes por parte de la mujer iguales que las del hombre y, en ocasiones, incluso mayores.
Cuando esta ingesta es insuficiente por cualquier motivo, comienza la aparición de enfermedades como la anemia ferropénica, avitaminosis, descalcificación ósea, amenorrea, etc.
Como indica Dña. Teresa Valero Gaspar, Nutricionista de la Fundación Española de Nutrición, “desde las primeras etapas de la vida (niñez y adolescencia), pasando por las distintas situaciones fisiológicas (embarazado y lactancia), hasta la menopausia y edad avanzada pueden aparecer en la mujer problemas nutricionales en función de la situación en la que se encuentre”.
Calcio
El calcio es uno de los minerales esenciales más importantes que precisa nuestro organismo. Algunas mujeres tienen una mayor predisposición al padecimiento de osteoporosis, circunstancia que se acentúa o agrava por un consumo insuficiente de este mineral.
Durante la menopausia, por ejemplo, se produce un importante cambio hormonal, ya que descienden progresivamente los estrógenos, una de cuyas funciones es la de proteger los huesos.
“En la menopausia, una pauta de alimentación pobre en sal y grasas animales, y rica en algunos nutrientes como calcio, fibra y vegetales, pueden mejorar nuestra calidad de vida. En esta etapa tan especial, el desgaste de calcio es mayor que en otras fases, por lo que, antes y durante este período, es conveniente tomar cada día un aporte necesario de calcio, contenido en alimentos como lácteos y derivados. De este modo, evitaremos problemas como la osteoporosis”, según indica la Dietista Dña. Beatriz Canales González.
Respecto a la osteoporosis, Dña. María Manera, Dietista-Nutricionista y Responsable de Prensa y Comunicación Científica de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AED-N), explica lo siguiente: “Es imprescindible la práctica de ejercicio físico diariamente, así como reducir los factores de riesgo como el consumo de tabaco y alcohol, exceso de cafeína y de proteínas de origen animal. Paralelamente, es importante consumir abundantes verduras y frutas (mínimo 5 raciones al día) y alimentos ricos en calcio (lácteos desnatados, legumbres, frutos secos), así como asegurar que nuestra piel recibe los rayos de sol diariamente durante unos 10-15 minutos; esto asegurará la síntesis de vitamina D, imprescindible para que el calcio se fije a los huesos”.
Hierro
A partir de la adolescencia, la mujer precisa de mayores aportes de hierro, puesto que a través de la menstruación la pérdida de este mineral es prácticamente continua. Es por ello que entre la etapa juvenil y adulta, la mujer necesitará mayores dosis de hierro con respecto al hombre.
Desde la primera menstruación aumenta el riesgo de padecer anemia, por pérdida de sangre o por aumento de los requerimientos de hierro y vitaminas. Ésta se origina debido a un aporte inadecuado del hierro necesario para sintetizar hemoglobina. Sus manifestaciones clínicas son, entre otras, una menor tolerancia al ejercicio o la caída del cabello.
Alimentos ricos en este necesario mineral son, por ejemplo: almejas, hígado, lentejas, carne de caballo, ostras, mejillones, almendras y avellanas, espinacas, carne de vacuno, puré de patatas, etc.
Ácido Fólico
El ácido fólico es una de las vitaminas del complejo B. Esta vitamina (cuando su aporte es el adecuado) juega un papel importante en la prevención de malformaciones congénitas en los descendientes en el caso de las mujeres embarazadas, además de favorecer el proceso de multiplicación celular.
Dña. Teresa Valero Gaspar nos aclara que “el ácido fólico en la gestación desempeña varias funciones, siendo una de ellas la prevención de los defectos del tubo neural (DTN), como la espina bífida (cierre incompleto de la espina dorsal), anencefalia (cierre incompleto del cráneo), meningocele (herniación de las meninges a través de una apertura en la columna vertebral) y otras malformaciones fetales durante el desarrollo embrionario temprano”. Además, añade: “Las recomendaciones para la mujer en edad fértil son de 400 µg/día. Durante la gestación, se recomienda aumentar la ingesta de ácido fólico en 200 µg diarios adicionales”.
El hecho de no tener cubiertas las cantidades necesarias de ácido fólico (o vitamina B9) puede provocar, además de malformaciones congénitas en el feto y en su posterior crecimiento, otros problemas tales como anemia, trastornos digestivos, diarrea, trastornos de pigmentación en la piel, etc.
Dña. María Manera afirma que “se recomienda a todas las mujeres que quieren quedar embarazadas y a las que ya lo están, que tomen suplementos de ácido fólico, para prevenir, entre otras malformaciones, la espina bífida”.
Entre las principales fuentes de ácido fólico destacamos, por ejemplo, las verduras de hoja verde, legumbres, frutos secos y granos enteros, tales como las almendras y la levadura de cerveza.
Como podemos observar, existen factores inherentes al hecho de ser mujer que pueden incidir de manera directa en la aparición de ciertas enfermedades o trastornos relacionados con la nutrición.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que existen otras causas externas e independientes al hecho de ser mujer que también pueden desembocar en desórdenes, enfermedades o problemas nutricionales.