El movimiento sufragista. La lucha por el derecho a voto de la mujer (siglos XIX-XX)
Rafael Guerrero Elecalde, Doctor en Historia en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), dedica su principal línea de investigación a las élites gobernantes de la España del Antiguo Régimen. Desde 1998 participa en grupos de investigación adscritos a la Universidad del País Vasco, así como en otros de carácter internacional. Asimismo, ha presentado los resultados de sus trabajos en diversos foros nacionales y extranjeros. Ha sido colaborador del Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia y actualmente es miembro del Consejo de la revista argentina “Prohistoria”.
Dirige LAUR Documentos, una empresa dedicada a ofrecer servicios de investigación histórica a toda clase de público: familias, empresas, investigadores, etc., con productos orientados a sus necesidades (biografías, genealogías, búsqueda documental, historia familiar, de empresas, etc.). Su premisa: “La Historia al alcance de todos”.
Para Laura Fuica, porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Comienza mayo y como los españoles hemos sido convocados para participar en unas elecciones municipales, me detendré en una de las principales reivindicaciones de la mujer en los siglos XIX y XX; el derecho a voto. Se trata de un acontecimiento histórico fundamental, con un recorrido desigual según los países, y con una trayectoria repleta de altibajos, persecuciones, injusticias… pero nunca falta de pelea, constancia, ideales y razones. Principalmente, las sufragistas debieron enfrentarse al peso de la ideología patriarcal del siglo XIX, que nominaba a la mujer como “el sexo”. Ellas intentaron alterar esa percepción, que las catalogaba en función de su biología, y que les negaba una identidad como ciudadanas completas.
Los principales movimientos sufragistas surgieron en el mundo anglosajón. Por este motivo, centraré principalmente este texto a lo acontecido en Gran Bretaña. Allí el sufragismo fue muy heterogéneo tanto porque agrupó a activistas y simpatizantes de distinta ideología y procedencia social, como porque en su seno se desarrollaron muy diversas estrategias para el logro de sus reivindicaciones políticas. Por este último motivo, se contemplan dos tendencias bien diferenciadas: una moderada, que actuó dentro de la legalidad vigente y otra radical, que contravino las normas establecidas y fue partidaria de la acción directa.
A lo largo del siglo XIX, el sufragismo fue ganando seguidoras, de tal manera que, en 1897, Millicent Garret Fawcet asoció a sus seguidoras en la Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino (National Union of Women’s Suffrage Societies). Fue una organización muy popular, que en 1914 llegó a contar con más de 100.000 miembros, y centraba su labor en la propaganda política, convocando mítines y diversas campañas de persuasión.
Sin embargo, su labor no se concretó en resultados políticos, lo que provocó que, en 1903, Emmeline Pankhurst fundara la Unión Social y Política de las Mujeres (Women’s Social and Political Union). Tuvieron por lema «Voto para las Mujeres» y aunaron la acción política (mítines, manifestaciones y otras labores de propaganda) con tácticas violentas como el sabotaje, el incendio de comercios y establecimientos públicos, o las agresiones a los domicilios privados de destacados políticos y miembros del Parlamento. Muy ligadas al movimiento socialista del Partido Laborista Independiente, sus miembros eran conocidas como las “suffragettes”.
Gracias a sus métodos consiguieron un gran impacto en la opinión pública y hasta el famoso personaje John Bull, imagen que representa popularmente a Gran Bretaña, empezó a aparecer en los medios gráficos intentando resistir el empuje de las sufragistas. Por su parte, los diarios más conservadores veían con escepticismo a estas asociaciones de mujeres y las ridiculizaban en todo lo posible. Así describían una manifestación en la céntrica Trafalgar Square, de Londres:
“La curiosidad me movió a presenciar una manifestación de sufragistas. De las apariencias ridículas de la escena, se rezumaba una impresión dolorosa. En aquel tropel de mujeres alborotadas, las más eran feas, viejas, pobremente vestidas. Se adivinaba en ellas el amargor de las vidas frustradas, el rencor hacia el hombre, que no les dio el amor soñado y hacia la sociedad, que ni siquiera les daba un refugio tranquilo, un home seguro y confortable donde vivir… y soñar. En la pasión por el voto femenino entraban por mucho, la soledad, el aburrimiento, la angustia del mañana, la mala comida, el frío de una miserable estancia, las incomodidades y zozobras de la pobreza que habían marchitado aquellos rostros, animados entonces por la esperanza de una redención quimérica que tenía por lema: ¡Votes for women! Algunos policemen, pesados y hercúleos, procuraban reducir a las excitadas suffragettes y de vez en cuando echaban mano a alguna de las más ruidosas y se la llevaban, pataleando, chillando, debatiéndose en estéril resistencia contra sus capturadores. Algunos recios mocetones rubios, (…) asistían con chunga a la escena y se interponían a veces entre las mujeres y los policías, recibiendo los rudos empellones que les daban éstos para hacerles circular, sin enojo, como si se tratara de un juego (…)”.
Igualmente, conforme se recrudeció su lucha, aumentó la represión policial, los ataques por sus opositores, así como los encarcelamientos de sus líderes y representantes más activos. A la creciente represión gubernamental, las “suffragettes” respondieron con huelgas de hambre en la cárcel, a las que la administración respondió con la brutal alimentación forzada.
En mayo de 1913, la policía entró a sus locales de la WSPU, arrestando a sus dirigentes. A la vez se decretó la disolución de la organización. Su principal dirigente, E. Pankhurst, fue condenada a tres años de trabajos forzados, aunque posteriormente pudo escapar y huir a los Estados Unidos. En aquel país se sumó a las campañas sufragistas.
Los métodos tan radicales de la WSPU tampoco fueron del agrado de todos sus miembros, por lo que las mujeres no partidarias de las tácticas violentas decidieron separarse, fundando en 1907 la Women´s Freedom League. Asimismo, Sylvia Pankhurst hija de la dirigente de la WSPU, fundó otra organización, que junto a las reivindicaciones sufragistas, defendió otros derechos de carácter social y político, como los derechos de la mujer trabajadora y ataques a la prostitución.
A lo largo de estos años, las sufragistas perdieron hasta en catorce veces pugnas parlamentarias para conseguir el derecho al voto. Finalmente, en 1918, las británicas obtuvieron el derecho de votar a partir de los 30 años (los hombres podían votar entonces desde los 21). La igualdad en este sentido fue establecida diez años más tarde, en 1928, cuando las mujeres fueron autorizadas a votar a la misma edad que los varones.
Otro de los países donde el sufragismo contó con un gran seguimiento fue en los Estados Unidos, que ya desde 1890, en la Asociación Nacional Americana por el Sufragio de la Mujer (National American Woman Suffrage Association), encaminaron sus esfuerzos a conseguir el voto en los diversos estados y a forzar un cambio en la constitución norteamericana. Sus líderes fueron Susan B. Anthony (1820-1906), Lucy Stone (1818-1893) y Elisabeth Cady Stanton (1815-1902). El voto femenino fue siendo aprobado mediante consultas populares en diversos estados: Wyoming (1869), Utah (1870), Colorado (1893), Idaho (1896), Washington (1910), California (1911), Oregón, Arizona y Kansas (1912) y Nevada y Montana (1914). En 1917 fue elegida en Montana la primera congresista de los Estados Unidos, Jeanette Rankin.
Hito determinante fue que en 1919, el presidente Wilson, del partido demócrata, anunciara personalmente su apoyo al sufragio femenino y en 1920 quedó aprobada la XIX Enmienda a la Constitución que otorgaba el derecho de voto a las mujeres.
Por último, en España no hubo un movimiento sufragista importante. El subdesarrollo económico y la descomposición político-social impidieron que se generara o asimilara en toda su intensidad una ideología que abogaba por la participación política de las mujeres. El feminismo español, y en menor medida sufragista, estuvo fuertemente condicionado por otros movimientos sociales como el sindicalismo, el nacionalismo o el catolicismo social. Por débil, los resultados obtenidos fueron más bien mediocres y en consonancia con la ideología patriarcal; pero poco a poco hicieron camino hasta el reconocimiento del sufragio femenino en la Segunda República.
CONSOLIDACIÓN DEL SUFRAGIO FEMENINO EN EL MUNDO
PAÍS/AÑO DE APROBACIÓN DEL SUFRAGIO FEMENINO
Nueva Zelanda 1893
Australia 1901
Finlandia 1906
Noruega 1913
Dinamarca 1915
Islandia 1915
Holanda 1917
Rusia 1917
Gran Bretaña 1918 (+30 años)
Alemania 1918
Suecia 1919
Estados Unidos 1920
Irlanda 1922
Austria 1923
Checoslovaquia 1923
Polonia 1923
España 1931
Francia 1945
Italia 1945
Suiza 1971
Fuentes: Gloria Franco Rubio, “Los orígenes del sufragismo es España, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.- Contemporánea, t. 16, 2004, págs. 455-482; Carmen Magallón Portolés, “De la reclamación de la paz a la participación en las negociaciones. El feminismo en España”, Feminismo/s, N. 9 (jun. 2007), pp. 15-30; Ana de Miguel Álvarez y Eva Palomo Cermeño,” Los inicios de la lucha feminista contra la prostitución: políticas de redefinición y políticas activistas en el sufragismo inglés”, Brocar: Cuadernos de investigación histórica, num. 35, 2011 pp. 315-334; Luz Sanfeliu, “Del laicismo al sufragismo. Marcos conceptuales y estrategias de actuación del feminismo republicano entre los siglos XIX y XX”, en MORENO, Mónica y RAMOS, Mª Dolores (coord.): Mujeres y culturas políticas. Pasado y Memoria. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, Universidad de Alicante, nº 7 (2008), pp. 59-78; Mundo gráfico. 28/5/1913 y 11/6/1913; Caras y caretas (Buenos Aires). 31/12/1901, 4/5/1907, 12/2/1910, 29/7/1911 6/1/1912, 6/1/1912 y 22/6/1912.
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