El trastorno orgásmico en la mujer
El trastorno orgásmico, también llamado “anorgasmia”, es un fenómeno que puede afectar a hombres o mujeres. Se produce cuando se es incapaz de alcanzar el orgasmo, a pesar de sentir deseo y de recibir la estimulación adecuada en el marco de unas condiciones medioambientales apropiadas. Actualmente, se estima que entre un 16% y un 30% de mujeres experimentan esta disfunción sexual (anorgasmia total: 10%, anorgasmia ocasional: 10% y anorgasmia coital: 40%)
El Manual de Diagnóstico de Enfermedades Mentales (DSM) define el trastorno orgásmico como “la ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo después de una fase de excitación normal (tanto en duración como en intensidad)”.
Tipología y diagnóstico
Existen diferentes tipos de anorgasmia, en función de la frecuencia y condiciones en las que se produce:
- Primaria: Cuando nunca se llega al orgasmo.
- Secundaria: Sólo se alcanza en algunas ocasiones.
- Situacional: El orgasmo se produce bajo algunas circunstancias.
- General: Incapacidad independientemente de las circunstancias.
El DSM IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) establece una serie de criterios sobre los que basar el diagnóstico de este trastorno.
Son los siguientes:
– La sintomatología que presenta la mujer debe prolongarse un período superior a los seis meses de duración.
– En este período de tiempo se observa un menoscabo de la función orgásmica, siendo su capacidad inferior a lo que podría esperarse, según su edad, experiencia sexual y estimulación sexual recibida.
– Ausencia total de orgasmo o retraso persistente del mismo.
¿Por qué?
Las causas que originan esta disfunción pueden ser de muy diversa índole. El Psicólogo y Sexólogo D. Antonio Casaubón Alcaraz, Presidente de la Asociación Española de Especialistas en Sexología (AEES) y Miembro de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual, enumera algunas de ellas:
- Estimulación insuficiente del clítoris y los genitales externos.
- Rol del espectador (autovigilancia durante la relación sexual).
- Ansiedad asociada a la expectativa de lograr y/o controlar el orgasmo.
- Miedo a la pérdida de control o abandono al placer sexual.
- Inadecuada educación sexual en el desarrollo personal e influencias culturales negativas respecto a la sexualidad femenina: existencia de creencias erróneas sobre el placer sexual y el derecho a disfrutarlo.
- Incapacidad de recurrir a fantasías sexuales y/o material erótico.
- Experiencias traumáticas del pasado, relacionadas con la esfera sexual (abusos sexuales, violencia sexual…).
- Dolencias físicas (lesión medular, reconstrucción vaginal, escisión o extirpación de la vulva, etc.).
- Cambios hormonales que se producen durante el embarazo, el climaterio o la vejez.
- Trastornos depresivos y/ o de ansiedad.
- Consumo de sustancias tóxicas o fármacos (benzodiacepinas, antidepresivos, antihipertensivos…).
Las causas físicas suponen tan sólo el 5% del total (trastornos neurológicos, vasculares, endocrino-metabólicos, cáncer de mama, cáncer de útero, insuficiencia renal, alteraciones anatómicas locales, etc.
Sobre las consecuencias…
El hecho de sufrir anorgasmia conlleva la aparición de una serie de consecuencias a distintos niveles (psicológicos, en cuanto a la relación de pareja, etc.).
Dña. Isabel Añó Miranda, Psicóloga Clínica del Instituto de Psicología, Sexología y Medicina Espill, menciona algunas de las más frecuentes:
– Baja autoestima, insatisfacción en las relaciones sexuales, angustia, tristeza y sensación de fracaso.
– Tendencia a evitar las relaciones sexuales, con el objeto de no tener que enfrentarse a dicho fracaso y posterior sentimiento de malestar.
– Aparición de otros problemas añadidos, tales como la manifestación de un trastorno en el deseo sexual.
– Descenso drástico, e incluso desaparición, de las relaciones sexuales en la pareja.
– Sensación de obligación al mantener relaciones sexuales, lo cual puede derivar en el aumento del rechazo hacia las mismas.
– El hombre se siente rechazado, lo cual le genera mal humor, malestar, desconfianza e inseguridad ante su propia capacidad para satisfacer sexualmente a su pareja.
– Las necesidades afectivas de ambos se ven reducidas a encuentros esporádicos, donde es la pareja la que tiene que tomar la iniciativa, lo que puede producir cierto cansancio y temor al rechazo.
– Distanciamiento de la pareja a nivel afectivo y desencadenamiento, con el tiempo, de posibles conflictos en la pareja.
Todo lo anterior demuestra la importancia de abordar la problemática acudiendo a un sexólogo que ayude a determinar las causas, así como a buscar la solución idónea.