El Trastorno Dismórfico Corporal
Todos nos miramos al espejo una o varias veces al día y es normal que, en ocasiones, observemos algún aspecto de nuestro físico que nos gustaría mejorar o cambiar. Es lógico, además, que cuidemos de nuestra apariencia, puesto que la propia imagen es lo primero que perciben los demás. Pero, ¿qué ocurre cuando alguna parte de nuestro físico se convierte en obsesión?
¿Cuándo hablamos de Dismorfofobia?
El Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) o Dismorfofobia es un trastorno psicopatológico causado por una anomalía en el procesamiento de la información que el cerebro recibe a través de la vista. En estos casos, la percepción que el individuo tiene de su propia imagen, está distorsionada o alterada.
Recientes estudios elaborados mediante visualización de escaneos cerebrales han demostrado que, en principio, la estructura del cerebro de este tipo de pacientes no presenta ninguna anomalía. Sin embargo, en él se detecta un funcionamiento anormal en cuanto al procesamiento de los detalles visuales.
Esta patología, declarada como trastorno mental en Estados Unidos en 1997, afecta a casi un 2% de la población y suele ser común en personas con trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
La persona que padece TDC puede llegar a convertir un mínimo defecto físico en toda una obsesión que llega a limitar muchos aspectos de su vida. En muchos casos, tales “defectos” son prácticamente imperceptibles para cualquier persona o incluso inexistentes, persistiendo como tales en el imaginario del enfermo.
Esta patología afecta por igual a hombres y mujeres.
Efectos en el paciente
El hecho de que el paciente se perciba a sí mismo como alguien desfigurado o con un pronunciado defecto físico (aunque ésta no sea la realidad) es algo que irremediablemente repercutirá en su carácter.
La inseguridad, vergüenza e insatisfacción personal se suelen traducir en actitudes insociables y distantes, pudiendo también ser frecuente la depresión.
La imagen distorsionada que el individuo tiene de sí mismo constituye una barrera a veces infranqueable en lo referente a sus relaciones sociales, laborales, etc.
Estos factores se traducen en la vida cotidiana en una tendencia al fracaso escolar y laboral, así como al aislamiento social y a la práctica de ciertas costumbres o “rituales” tales como, por ejemplo, salir a la calle de noche para no ser vistos o mirarse continuamente al espejo. En ocasiones, puede ocurrir lo contrario, pues el sujeto podría optar por evitar la observación de su propia imagen en el espejo, ante la angustia de enfrentarse a aquello que le obsesiona.
Por todo ello, es habitual que tiendan a recurrir a la cirugía plástica (una o varias veces) para eliminar lo que suponen que es una deformidad.
Los principales focos de obsesión:
- Algunos de las zonas que constituyen objeto de obsesión suelen estar en el rostro, siendo las más frecuentes: nariz, labios, orejas, dientes, ojos, párpados…
- La creencia sobre la existencia de alguna imperfección física, o su exageración, también puede estar centrada en alguna otra parte del cuerpo como, por ejemplo: el pecho, los genitales, las nalgas, las piernas, etc.
- También pueden ser motivos de obsesión la piel, la existencia de alguna cicatriz e incluso el olor corporal.
¿Existe tratamiento?
Por lo general, el Trastorno Dismórfico Corporal suele manifestarse a partir de la adolescencia e ir desapareciendo a medida que el sujeto se hace mayor. No obstante, también puede convertirse en una enfermedad crónica.
En la actualidad, es posible la recuperación del paciente a través de terapias y/o medicación.
1. Terapia cognitiva de comportamiento: Se ha de ayudar al paciente a nivel psicológico para que comprenda que el problema no es físico, sino mental. En este tipo de terapia, el especialista ayudará al paciente a analizar y corregir aquellos pensamientos y comportamientos que deben ser modificados. Los grupos de apoyo suponen una opción muy aconsejable a la hora de tratar al paciente.
2. Tratamiento farmacológico: Que puede ser recetado por un especialista para complementarlo con la psicoterapia.
En cualquier caso, constituye un elemento crucial en el proceso de recuperación la actitud adquirida por el paciente. Cuando éste llegue a comprender que el problema no es físico, sino mental, habrá dado un gran paso hacia la consecución de este objetivo.